Bioética
El término Bioética fue utilizado por primera vez en 1927 por el teólogo alemán Fritz Jahr, sin embargo, el término Bioética se da a conocer de manera generalizada cuando el oncólogo estadounidense Van Rensselaer Potter en su libro “Bioethics; Bridge to the Future” de 1971, la define como una “disciplina que combina el conocimiento biológico con el de los valores humanos”.
Pese a que la bioética se ha desarrollado en estrecha relación con la esfera sanitario, y ha sido considerada como aquella disciplina que da respuesta a los cuestionamientos éticos generados por el avance de la ciencia y la técnica y su aplicación en la medicina, éste no es su único objeto de estudio. La bioética, como ética aplicada, pretende dar solución a los problemas morales, que surjan, ya sea de la relación del hombre con el resto de la biosfera y las generaciones futuras, de la relación del sujeto con las instituciones y la sociedad, como de la relación entre los individuos durante la atención sanitaria o la ejecución de un protocolo de investigación. Es así, que en el ejercicio de la bioética, independiente del ámbito, se identifican los conflictos, se proponen principios racionales y razonables, se especifican los posibles contextos de su uso y se aplican reglas a casos concretos.
Por lo tanto, el modelo de la bioética es transdisciplinar, procedimental y dialógico, es decir, un diálogo entre interlocutores con distinta formación, experiencias y creencias, en condiciones de reconocimiento reciproco, los cuales comparten y contextualizan el significado de los conceptos que utilizan, con el fin de lograr un discurso que sea legítimo socialmente y que permita el entendimiento en sociedades pluralistas que presentan diversos códigos morales.
Ética de la Investigación y Comités de Ética de la Investigación
Los escándalos producidos por la experimentación nazi con seres humanos durante la segunda guerra mundial, los estudios realizados en Tuskegee, Willowbrook y Brooklyn donde se abusó de manera sistemática de individuos vulnerables, el desastre irreversible causado por el uso de la Talidomida, los estudios sobre la transmisión vertical del VIH en África y experimentos con fines militares en Estados Unidos, entre los más reconocidos, hasta prácticas aún existentes como el fraude, el plagio, la no aplicación de consentimiento informado, la inequidad en la utilización de los recursos para la investigación, donde el 10% de la población se beneficia del 90% de los recursos destinados a investigación en salud, entre otros, han originado y mantienen vigente el desarrollo de la ética de la investigación. Es así como actividad científica, al igual que otros procesos y productos del quehacer humano, puede estar sujeta a una ideología o a una escala de valores e intereses particulares, no es posible considerarla axiológicamente neutra y capaz de autorregulación ética.
La ética de la investigación con seres humanos reflexiona y delibera sobre los valores y las implicancias que posee el desarrollo de la investigación ya sea para los individuos y comunidades participantes, como también para la sociedad en general, incluyendo las potenciales aplicaciones políticas, militares, económicas y en salud del conocimiento generado, ya sea a nivel nacional, regional o mundial. También se vuelve relevante, especialmente en América Latina, la responsabilidad de los gobiernos, la participación ciudadana y las posibilidades de desarrollar investigación que responda a las necesidades de la población y con una la integración efectiva del conocimiento, ya que el desarrollo científico y el conocimiento, no se ha democratizado, y el avance tecnocientífico no ha logrado convertirse en factor de cambio para lograr el progreso social latinoamericano.
A través de los años se han generado diversas directrices, normas y procedimientos con el fin de desarrollar investigación enmarcada en el respeto por el bienestar, derechos, autonomía y contexto del sujeto y las comunidades participantes y la obtención de conocimiento válido y significativo, entre ellas destacan el Código de Núremberg, la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial y Las Pautas Éticas CIOMS del Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas en colaboración con la Organización Mundial de la Salud. A estas pautas se suman la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Declaración Universal Bioética y Derechos humanos y la Guía de Buenas Prácticas Clínicas de la Conferencia Internacional de Armonización, entre otras.
Una forma de sistematizar la aplicación de estas y otras directrices y asegurar el desarrollo ético de la investigación, ha sido la conformación de los Comités Ético-Científicos (CEC) o Comités de Ética de la Investigación, que corresponden a entidades colegiadas, independientes y multidisciplinares, que tienen por objetivo principal proteger los derechos, la seguridad y el bienestar de los sujetos y comunidades que participan en investigación. Actualmente en nuestro país, los CEC están siendo acreditados por la Autoridad Sanitaria con el fin de lograr altos estándares en la evaluación metodológica y ética de los protocolos de investigación con seres humanos.
Bibliografía
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Escribar A, Pérez M, Villarroel R (Eds.) Bioética. Fundamentos y Dimensión Práctica. Mediterraneo. 2008
Tealdi JC (Ed.). Diccionario de Bioética Latinoamericano. UNESCO. 2008